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La cultura como un derecho humano ...

"En el corto tiempo de la vida
la felicidad no será más postergada.
Cuerpo y alma, ambos tienen sed.
Queremos el pan, pero también las rosas."

Fragmento de una canción que cantaban las trabajadoras textiles de Massachusetts durante una protesta contra los salarios de hambre y el trabajo infantil. (1912)


Entendiendo a la cultura como un derecho humano inalienable de las personas, en tanto dimensión clave del desarrollo, las prácticas artísticas pueden generar cambios que mejoren las condiciones de vida de las personas y lascomunidades. Éstas pueden transformarse en una herramienta de diálogo, de participación y de construcción colectiva, contribuyendo al desarrollo de la ciudadanía de niñas, niños y adolescentes.

Es fundamental la existencia de espacios de aprendizaje artístico y de participación comunitaria, donde niñas, niños y adolescentes puedan ejercer sus derechos y asumir progresivamente responsabilidades, resulta decisiva para el ejercicio de una plena ciudadanía.

El arte tiene en si mismo la potencialidad de transformar lo diferente en singular y valioso, de abrir canales para establecer lazos sociales en torno a las producciones de cada sujeto y de estimular procesos de comunicación e intercambio. En este sentido, los proyectos artístico-culturales pueden constituirse en espacios de participación, capaces de promover el desarrollo de la ciudadanía en la infancia y la adolescencia.

La infancia y la adolescencia no pueden ser sólo entendidas en sus aspectos biológicos, ni como tránsitos más o menos ordenados o difíciles hacia la madurez física y mental que se supone en la vida adulta. Son etapas plenas en las que los niños, niñas y adolescentes son capaces de crear, comprender, expresarse y participar.


Así lo entiende la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). Este instrumento de derechos humanos, fue incorporado a la Constitución Argentina en 1994 y plantea una nueva mirada sobre la relación de los niños con su familia y de ambos con el Estado. En este sentido:

Defne a niñas y niños como titulares de los mismos derechos que todas las personas, establece derechos propios para la niñez y abarca todas las dimensiones de la vida y del desarrollo de niños y niñas.

Redefne el rol del Estado como garante de ese desarrollo, al ser responsable de crear las condiciones para promover y hacer efectivos los derechos establecidos e impedir su vulneración.

Defne el rol de la familia y la sociedad toda como corresponsables de esa efectivización.


La CDN entonces, no sólo es un instrumento jurídico, sino también ético y político que considera a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos y ciudadanos, y orienta las acciones de toda la sociedad. Reconoce una ciudadanía que nace con los sujetos y crece con ellos, que se modifca al mismo tiempo que se desarrolla la autonomía, la participación en la vida social y las diversas capacidades.

Los derechos humanos pueden comprenderse como un proceso permanente de construcción de ciudadanía, donde todas las personas son titulares de derechos y adquieren progresivamente la capacidad para ejercerlos. “La democracia, el desarrollo humano y los derechos humanos están basados en una similar concepción del ser humano como un agente”4. Se considera que agente es quien tiene razón práctica y autonomía sufciente “…para decidir que tipo de vida quiere vivir, que tiene capacidad cognitiva para detectar razonablemente las opciones que se encuentran a su disposición y que se siente responsable por los cursos de acción que elige”.5 Esta perspectiva trasciende la antinomia entre sujeto y ciudadano como posiciones de lo individual y lo colectivo y considera que a partir de la subjetividad, se concibe al sujeto-ciudadano como una posición que habilita a las personas a actuar en la sociedad.

Por el contrario, las personas que permanecen en situaciones prolongadas de pobreza y exclusión pueden verse obligadas a resignar aspectos de su subjetividad al tener que realizar acciones focalizadas en la supervivencia. En esta tensión, el predominio de situaciones de desubjetivación aparece de un modo “que despoja al sujeto de la posibilidad de decisión y de la responsabilidad”6. Según Silvia Duschatzky, esto socava la posibilidad de los sujetos de concebirse como seres capaces de actuar y decidir y, de esta manera, quedan a merced de las circunstancias.

“(Pobres) también son aquellos que sus recursos materiales e inmateriales no les permiten cumplir con las demandas y hábitos sociales que como ciudadanos se les exige. Por eso la pobreza es sobre todo, pobreza de ciudadanía. La pobreza de ciudadanía es aquella situación social en la que las personas no pueden obtener las condiciones de vida –material e inmaterial– que les posibilite desempeñar roles, participar plenamente en la vida económica, política y social y entender los códigos culturales para integrarse como miembros de una sociedad. La pobreza de ciudadanía es no pertenecer a una comunidad en calidad de miembros plenos, y esto es, la exclusión social”, asegura Eduardo Bustelo Graffgna.

Los adolescentes estigmatizados como franja etárea, percibidos como sospechosos y peligrosos –en particular los que viven en situación de pobreza–, se encuentran ausentes de los espacios que supuestamente los esperan. Las familias, la comunidad, las organizaciones de la sociedad civil y el Estado son responsables por esta construcción. Mientras tanto, los adolescentes, en medio de enormes tareas vitales a realizar, con la presión del empuje hormonal, la pérdida del cuerpo infantil, la revisión de ideales en pos de la constitución de una identidad defnitiva, necesitan conocimientos, afecto y modelos identifcatorios. Todo ello proviene de los adultos, en una asimetría que basa su efcacia en la diferencia: de conocimiento, de posibilidades de actuar y de responsabilidad.

“(Tenemos que)... Volver a priorizar el principio de comunidad y en ella gestar sujetos y subjetividades cuyo poder se fundamente en el amor, la imaginación creadora, la solidaridad, la participación y la cooperación, capaces de crear saberes, sentires, acciones, condiciones y relaciones para el desarrollo integral de los seres humanos en relaciones armónicas con el entorno”. Villareal Sánchez, J.

En este contexto, los proyectos artístico-culturales pueden ocupar un lugar central para la construcción del sujeto-ciudadano, particularmente durante la adolescencia. El arte produce subjetivación8, permite al sujeto entrar en el mundo de la signifcación, en el que funda su diferencia y su lazo con los demás. Ser sujetos de la cultura signifca estar en una trama simbólica en la que tiene lugar el propio deseo. El espacio artístico-cultural garantiza esta doble pertenencia que permite a los sujetos estar en un mundo de valores en el que también se es valorado. Los espacios artístico-culturales promueven la creatividad y el desarrollo de lenguajes, textos y símbolos. Al orientarse hacia la construcción de saberes y modelos identifcatorios, facilitan el surgimiento de formas de ser, de pensar, de relacionarse, de valorizarse a si mismo y a los otros. En defnitiva, promueven la integración y el respeto por lo diverso, a la vez que se tornan fundamentales para la generación de sujetos–ciudadanos.

«...tal es el milagro de la poesía, de la escritura, del arte en general, y también del pensamiento. Lo que hasta ahora parecía y era mudo, el mundo en el sentido más amplio y más profundo, se pone a hablar y a hablarnos.» Cornelius Castoriadis


ARTE Y CIUDADANÍA. EL APORTE DE LOS PROYECTOS ARTÍSTICO-CULTURALES. A LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES (2008)





ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN 05/MAR/2024

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